Soy infértil y también humana.
Después de asimilar el
resultado de mi última ICSI, he estado meditando acerca de mis sentimientos
acerca del embarazo de otras mujeres, de los sentimientos de quienes me rodean
y de mi autocompasión; y hoy, después de leer el capítulo 11 de No
tires la toalla, hazte un bonito turbante, de Marian Cisterna, he decidido
escribir acerca de mi humanidad.
Ser infértil no me hace
inhumana. Hace algunos años, cuando trabajaba en un restaurante muy reconocido
de mi ciudad natal, una madre, supremamente dolida (como supongo que duele
cualquier tema que afecte a los hijos), me gritaba, roja como un tomate, acerca
de nuestra “absurda” política de restringir el ingreso al parque infantil de
niños que superaban la estatura máxima permitida. Ella no escuchaba ningún razonamiento,
solo veía la humedad en las mejillas de su hija, que no cesaba de llorar. Al
darse cuenta que no accedería me dijo “Como se nota que no tienes hijos”. Y en
su momento me quedé callada, no dije más nada, ella no iba a entender nada que
yo le dijera, solo quería infringir dolor en quien, para ella, era la culpable del llanto de su
pequeña princesa.
Hoy recuerdo ese momento y
lo traigo a colación para resaltar que la ausencia de hijos, no me hace una
mujer desalmada, amargada, ni villana.
No es la maternidad la que ablanda corazones, o crea empatía con otras madres y
con los pequeños. Eso está en nuestro ser, madres o no.
Hace algunos días hablaba
con un amigo, que me aseguraba que en el momento que quedara “embarazado” no me
lo diría, porque no quiere hacerme sufrir, porque sabe, lo ha visto, que lloro cuando escucho esas noticias. No
puedo negarlo, muchas veces ni siquiera logro esconder las lágrimas, pero eso
no quiere decir que no me alegre, o que mi tristeza tenga que ver con la venida
al mundo de otro niño. Simplemente en ese momento recuerdo que no es mi
noticia, que no es mi vientre y que no es la vida que yo estoy engendrando;
pero me alegro, me alegro ver que una persona que quiero, alcanza ese sueño,
porque yo sé lo que vale, sé lo que se lucha y yo sé lo que se desea. Así que
me alegro, aunque en medio de mi confusión no sepa expresarlo.
Es cierto que a veces
quisiera que el mundo se detuviera, que se parará junto con mi corazón y que
dejaran de aparecer mujeres preñadas por todas partes, pero EL MUNDO SIGUE y
eso, en lugar de ser algo malo, es la señal que Dios permanece en medio de
todo, que a pesar de lo malo que ocurre en el mundo, siempre tendremos la
posibilidad de ver un nuevo día, tendremos una oportunidad de seguir adelante
luchando por el mismo sueño o replantear nuestros proyectos.
Este post, además de una
declaración de mi humanidad, es una carta de disculpa ante todos aquellos
amigos cercanos y familiares, que han temido anunciar su felicidad por miedo a
herirme; LO SIENTO. Lamento haber sido egoísta y opacar tu felicidad con mis
lágrimas, lamento no haber acariciado tu barriga más veces, lamento que mi
falta de inteligencia emocional haya herido tu corazón. También quiero decirte que cada día aprendo más,
cada día que pasa logro alegrarme más y entristecerme menos, y que mi cariño
por ti no cesará porque mis hormonas se nieguen a funcionar. Mi amor por tí es
por lo que eres, no por lo que yo no puedo ser.
A mi cuñada Ana.
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